Durante mi existencia como motero he vivido casi todos los grandes cambios del Reglamento General de Conductores que hemos tenido en nuestro país, para bien o para mal. Viví la obligatoriedad de obtener la licencia de ciclomotor, la necesidad de tener un seguro obligatorio para los ciclomotores, la implantación del casco en moto, las revisiones ITV a las motos que tuviesen más de 5 años -ahora son 4- y la prohibición de circular en moto por el monte. Más recientemente celebré la convalidación del carnet B+3 con el A1 –aunque no me afectaba- y maldije la transformación del carnet A2 en un paso intermedio entre el A1 y el nuevo carnet A –que tampoco me afectó-. O sea que, por increíble que parezca, de manera totalmente legal yo he podido conducir un ciclomotor sin licencia o carnet y sin seguro de accidentes, he tenido la libertad de montar en moto sin casco sin infringir la ley, he podido llevar una moto de 100 CV con el antiguo carnet A2, he llevado motos con unos cuantos años a cuestas que nunca habían pasado una revisión ITV –porque no era obligatorio- y he conducido una moto por el monte, por cualquier lugar, sin restricciones. Y aquí estoy, vivito y coleando. He sobrevivido a todas estas “barbaridades” que, en el peor de los casos, hoy en día te llevarían directamente a la cárcel. Ahora llega la desaparición de la convalidación del carnet B+3 con el A1, o sea, que ya no será posible conducir una moto de 125 c.c. con el carnet de coche y habrá que realizar un curso y examinarse –esto es así en Francia desde 2011-. Esto tiene su lado positivo –mayor seguridad para todos- pero también un lado negativo -reducción drástica de las ventas de motos y scooters de 125 c.c.-. Y llegará un segundo efecto, el incremento de patinetes eléctricos descontrolados, sin carnet, sin seguro, sin matrícula, y que –a pesar de la ley-, circulan por donde les da la gana. O sea que más restricciones que no deja de ser un suma y sigue de recortar “libertades” a la moto. Ya sabemos que la especie humana es anárquica por naturaleza y que, por desgracia, son necesarias las leyes, regulaciones y vigilancia para que la sociedad funcione. Si todos fuésemos más empáticos y lógicos (y “eco-lógicos”), si respetásemos las leyes, fuéramos más vigilantes al conducir y todos hiciesen bien su trabajo —Ministerio del interior, DGT y demás estamentos gubernamentales— manteniendo la red vial en condiciones y no creando puntos negros, no se implantarían más y más restricciones a la moto. Se podría resumir en una sentencia “no hagas a los demás lo que no deseas que te hagan a ti”. Todos seremos culpables -usuarios y gobernantes- cuando, llegado el momento, alguna institución europea se decida a prohibir definitivamente las motos –y no es ninguna falacia porque ya se planteó a finales de los 90 con el Vision Zero.